EL CEREBRO HUMANO Y SU CONDUCTA
  Psicología científica
 

La nueva Psicología Científica y el renacimiento del ego (self)

Cuando éramos neófitos en las ciencias de la mente nosotros, como tantos lo hicieran, nos formábamos y nos nutríamos profesionalmente dentro de los parámetros que nos suministraron el rigor científico de la Escuela de Washington University en Saint Louis y del Institute for the Psychoanalysis en Chicago. Crecimos montando el corcel del conocimiento, como si fuéramos a horcajadas, cabalgando como jinetes en tándem entre la psiquiatría “orgánica” y la puramente “psicodinámica”, porque entre ambas tendencias no existía entonces área de proximidad o aun de diálogo que no fuera hostil. Situación que en sí negaría por mucho tiempo, como todavía para tantos lo hace, el hecho indisputable de que el cerebro es el órgano de la mente.

El cerebro como órgano es desde donde se originan la mente y sus estados complementarios. Éste es el axioma que define la neurociencia.

 

Un caso fortuito

Desde que Hanna Damasio describiera en detalle el caso de Phineas P. Gage (véanse mis artículos al respecto) un cambio paradigmático ocurriría que transformaría en su esencia y alcance todo el campo científico de la neurociencia en su totalidad y del neuropsicoanálisis en sus principios y metodologías.

El caso de Phineas P. Gage se transcribe en este espacio como fuese publicado en una revista que en tiempos pasados dirigiera.

El 13 de septiembre del año 1848 Phineas P. Gage, un capataz de construcción en Vermont, sufrió un accidente cuando una explosión prematura de una carga de dinamita le disparó a través de las partes anteriores de la cara, del cráneo y del cerebro una varilla de metal cuyas dimensiones eran: 3 cm de ancho X 109 cm de longitud.

A pesar de sus heridas, Gage vivió hasta el año 1861.

 

Habiendo sobrevivido a esas lesiones tan dramáticas, los médicos de ese entonces pensaron que Gage se había recuperado totalmente. Sin embargo algunas cosas comenzaron a surgir que parecían  muy extrañas después  del accidente. El comportamiento social de un hombre que otrora siempre fuera persona proba y moderada, había cambiado totalmente. Antes del trauma Gage era un personaje muy respetado por todos quienes le conocían. Era considerado, inteligente, formal, honesto y bien adaptado. Una situación que cambiaría a medida que su convalecencia progresaba. Todos reparaban en el hecho sorprendente de que a pesar de que su intelecto estaba intacto y de que no demostraba limitación mental ninguna, paulatinamente Gage se había vuelto un ser irreverente, caprichoso, inconsciente de las convenciones sociales y con una tendencia pasmosa al uso excesivo de las palabras profanas. Así también cesó de cumplir sus obligaciones, tanto económicas cuanto sociales. Ello, últimamente terminó costándole su empleo.

En las palabras de sus amigos más cercanos "Gage ya no es Gage".

Cuando este hombre murió, lo hizo ya desahuciado y como una carga a amigos y a  parientes quiénes terminaron siendo forzados a  ocuparse de él.

Como no se hizo una autopsia para establecer las localizaciones anatómicas de la áreas destruidas por el proyectil, en su trayectoria, este caso continuó siendo por muchos años otra más de esas historias clínicas que serían reto a las facultades discernientes y especulativas de los neurólogos dedicados a la investigación científica.

Recientemente, un grupo de investigadores de la distinguida Iowa State University en Iowa City; utilizando métodos de calibraciones modernísimos y sometiendo a pruebas de laboratorios el cráneo de Gage,  concluyeron que las lesiones que le cambiaran el perfil emotivo a este infortunado hombre fueron localizadas en ambas cortezas prefrontales (derecha e izquierda) que confirmarían la producción de un defecto post-traumático  que involucraban regiones del encéfalo en zonas donde los procesos de decisiones racionales y la distribución de las respuestas sociales y emotivas normalmente residen.

Epílogo

Este estudio representa un caso cuyo análisis nos ayuda a entender mejor algunos aspectos de las respuestas emocionales y cognitivas del ser humano. A la sazón, sabemos que, a menudo, cuando una persona sufre un accidente cerebrovascular y su "personalidad cambia", la causa de ese fenómeno puede que sea una lesión cerebral, de localización prefrontal, similar a la que P. P. Gage sufriera.

 

La psicoterapia de la neurociencia

En estudios detallados de ambas disciplinas, la de las funciones y localizaciones cerebrales, también conocida como la neurociencia y las del desarrollo normal del ser humano, se destaca una tercera disciplina como posibilidad insospechada e inédita, esta siendo la modificación directa y epigenética del cerebro mediada por la acción continua y sostenida de la terapia racional y emotiva del psicoanálisis.

Los artículos que seguirán como secuela de esta introducción llenarán la función de completar nuestros objetivos para esta serie.

En resumen

El autor de este artículo reconoce la parvedad de información fidedigna disponible al público en una era de progresos y de avances meteóricos ocurriendo a todos los niveles de la exploración del cerebro y de sus funciones.

Muchos nuevos estudios siguen apareciendo, que soportan nuevas vistas y entendimientos en procesos tan enigmáticos como relevantes. El estudio biopsicológico de la sociopatía, del narcisismo, de las adicciones y del envejecimiento de las monjas de Mankato, entre otros. Estudios que ocupan lugares ocultos o recónditos en los reportajes que nos llegan cotidianamente.

Como siempre hemos deseado, queremos evitar consignarnos a que la nuestra sea disciplina meramente “contemplativa” (en las palabras de Elkhonon Goldberg) para continuar siendo disciplina didáctica al servicio de la educación del público en general.

Una introducción al mundo de nuestras emociones y de nuestra manera de ser conocedores de ellas

Cuando nos sentimos enamorados, cuando pensamos en elegir carrera o vocación, cuando hacemos decisiones importantes, cuando (por no poder evitarlo) engordamos o no podemos abandonar un hábito deletéreo. O cuando permanecemos en relaciones que nos perjudican, que nos disminuyen o que nos hacen daño. Asimismo, cuando decidimos abdicar del control que, sobre nuestras mentes, ejercen los principios que en suma llamamos “El Principio de la Realidad”, o igualmente cuando cedemos el derrotero de nuestros destinos al impulso irreflexivo de lo que conocemos como el “Principio del Placer”. Cuando todo esto nos confronta, confundiéndonos, falsamente podríamos llegar a concluir que estamos actuando de manera intencional/reflexiva y que nuestros comportamientos (aunque nos causen angustia) son consecuencia directa de nuestras decisiones maduras y albedríos libres.

Así pensamos porque “somos” seres “inteligentes”.

Es así porque, aunque el orgullo del valer desmedido que nos caracteriza, por creernos “seres racionales e inteligentes”, nos haga, a menudo dudarlo --- nuestra preferencia personal es la de fantasear que somos los verdaderos amos de nuestro propios destinos.

Pero la evidencia es muy distinta ya que solamente es con el estudio de nuestro cerebro y por medio del entendimiento de la mente, producto funcional del mismo, que sus actividades complejas nos garantizan inteligencia de nuestras pasiones, sentimientos, actitudes, aptitudes y trastornos psíquicos, intelectuales y sociales lo que, a la vez, nos confiere el poder relativo que nuestras percepciones a algunos concede.

El estudio de la mente entonces es asunto que para todos es del mayor interés. La misma inquietud que aquí compartiremos con nuestros lectores en esta serie de ponencias.

Y, entonces, era el cerebro…

Para comenzar, y antes de emprender el estudio parsimonioso de las funciones y de las topografías correspondientes del pensamiento, hurgaremos brevemente en aspectos mundanos y comunes de las funciones de ese órgano; que por ser de calidades mundanas y comunes a veces nos afectan mientras nos sentimos indefensos y confusos por carecer de su comprensión.

 

El amor y el enamoramiento: ¿Emoción o sentimiento?

Los neurocientíficos modernos desde Kandel a Damasio han rechazado sistemáticamente el aforismo cartesiano que reza: “cogito, ergo sum” (“pienso, luego existo”). Ya que en un sistema circular y autopoiético como es el cerebro, nada posee preeminencia sobre el resto, porque sentir y pensar (como adelante veremos) son resultados naturales de las mismas actividades, sinergias y energías mentales.

Cuando la presencia del ser amado nos hace que sintamos “mariposas en el estómago”, cuando esa misma presencia resulte en que las palmas de las manos nos suden, o que nos sintamos paralizados por el esplendor de una noche de luna plateada mientras recordamos al ser querido, estamos en el umbral del sentido de dos fenómenos importantes de actividad mental: la de evocación de sentimientos y la de elaboración de emociones.

Los sentimientos y las emociones tienen sus orígenes en áreas diferentes del encéfalo, pero su significado para el non cognoscente es el mismo, aunque ambos sirvan a propósitos disimilares para quienes los estudian con fines meramente académicos y para quienes los utilizan como expresión del sentimiento romántico.

 

Armados de las mejores intenciones y convencidos de que la neurociencia expresa en sí las actividades básicas/cognitivas de nuestras vidas, creemos estar en una posición relativamente envidiable para entender y lograr encauzar nuestras existencias tanto emocionales como intelectuales.

El amor aquí se selecciona como elemento de análisis porque es una emoción ubicua, enigmática y muy poco comprendida. Para lograr el mismo propósito otros utilizan el análisis del miedo, algo que haremos más adelante.

El flechazo

El ciclo del amor y del enamoramiento humano

De repente nos vemos, nos encontramos sorprendidos, porque pensamos obsesivamente en el otro o en la otra. Revestimos su apariencia de virtudes inéditas y nos sentimos cautivados por sus gestos, su sonrisa y su figura.  Nos sentimos emocionados, nuestro sistema nervioso responde a su presencia con sensaciones extrañas. Nos volvemos conscientes de nosotros mismos, evaluando nuestras apariencias críticamente: “debo rebajar, lucir más elegante, teñirme el pelo, usar ropas más favorecedoras…”. En fin, lo que todos ya sabemos.

Epigenéticamente hablando, este fenómeno se origina a la vez fuera y dentro del cuerpo. Fuera de nuestro cuerpo, ya que no es resultado de actividad homeostática refleja; y dentro, porque es en respuesta a estímulos procedentes del entorno.

Todo está programado

Todo está programado en nuestros cerebros, y aunque lo percibimos como actividad mental o simplemente emocional,  la realidad es que lo que llamamos “amor”, emoción, o conciencia son actividades eléctricas, químicas, hormonales y físicas que comportándose como sistemas auto-replicantes nos hacen “sentir” aquello, lo que sea que sintamos, en un momento dado.

Debido a la intensidad y a la pujanza con que estos sistemas nos inciden y por virtud del impacto físico de los mismos, ahora podemos entender por qué el amor y la memoria de quienes nos son amados son tan difíciles de borrar.

Pero, aquí cabe preguntarnos: ¿qué pasa con quienes amar no pueden, o con quienes aman, pero lo hacen en exceso?

He aquí donde la neurociencia nos asiste. Por ejemplo, en el Síndrome de Klüver Bucy existen formas de sexualidad (o enamoramientos) exagerados resultado de lesiones a los lóbulos temporales; como fuera el comportamiento de Phineas Gage debido a destrucción de las áreas prefrontales.

Pero, ¿qué sucede cuando encontramos el individuo de tendencia fría, calculadora e insensible que se dedica a hacer daño y que carece de conciencia o de juicio moral; al individuo que corrompe a sus propios hijos para lograr sus fines perversos? Es decir, lo que conocemos como el Narcisismo Patológico. Entonces es cuando la neurociencia nos ilumina el sendero, ya que es inadmisible aceptar que, por falta de entendimiento, estas personas existan sin que podamos entenderlas.

 

El sistema tripartito

Cuando en estas lecciones discutimos la neurología aplicada al comportamiento, no queremos pretender que todo es neuroquímico. No.  Sino que deseamos enfatizar su importancia crucial.

Esencialmente, conocemos otros factores ya discutidos en otros artículos, los que aquí deseamos mencionar de nuevo.

La herencia, el cuidado que el entorno suministra al niño y las propensiones emocionales (¿químicas/biológicas?) de la persona, asimismo juegan un rol que siempre tomaremos en consideración cuando tratemos de entendernos a nosotros mismos. Sin embargo, lo que para tantos es desconocido es que los cambios efectuados en todo tratamiento psiquiátrico son resultado de los efectos de transformaciones estructurales a un nivel celular del cerebro del paciente, que afectando la mente del enfermo, asimismo afecta el del terapeuta --- noción esta que para muchos es desconcertante.

En resumen

Lo que aquí avanzamos es resultado de muchas investigaciones y de las posiciones que convalidan la importancia de la interfaz de la neurociencia aplicada con el psicoanálisis como teoría y como método de terapia.

Es por medio de esa confluencia teórica y práctica que expondremos nuestras tesis basadas en casos experimentales y actuales.

Empezaremos entonces con el estudio detallado de la neurociencia aplicada a la terapia de síndromes específicos.

 

 
   
 
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