EL CEREBRO HUMANO Y SU CONDUCTA
  Dopamina
 

Dopamina, impulsividad y adicción.

Un estudio relaciona el temperamento impulsivo con el riesgo de desarrollar adicciones.

La dopamina es un neurotransmisor relacionado con el desarrollo de adicciones. Asimismo, trastornos como déficit de atención con hiperactividad, esquizofrenia o adicción a sustancias estimulantes se caracterizan por una alteración en los circuitos dopaminérgicos cerebrales. Pero hasta este momento no se conocía si la alteración era la causa o el efecto de estos trastornos de conducta. Ahora, investigadores del Reino Unido han relacionado el temperamento impulsivo con el riesgo a desarrollar adicciones. La culpa la tiene un neurotransmisor, la dopamina, principal alquimista del placer.

 

Los trastornos mentales del tipo de un déficit de atención con hiperactividad, esquizofrenia o adicción a psicoestimulantes como las anfetaminas o la cocaína se caracterizan por una alteración en los circuitos dopaminérgicos cerebrales. Los científicos, sin embargo, no sabían a ciencia cierta si esta alteración era causa o efecto del trastorno de conducta y el trabajo del equipo de investigadores que lidera Peña decanta la balanza por el lado de la causa. Los animales más impulsivos del estudio ofrecían respuestas prematuras ante una serie pautada de estímulos (comida).

 

Yolanda Peña, investigadora del Departamento de Psicología Médica y Medicina Legal de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), ha tomado parte en una investigación de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) que concluye que las personas impulsivas son más propensas a desarrollar adicciones. El estudio, publicado en marzo por la revista Ratas alteradas. Gracias a ella he podido realizar esta sección. 

Los neurocientíficos sostienen que la predisposición a la adicción a la heroína o a cualquier otro opiáceo puede ser en muchos casos hereditaria

Técnicas de neuroimagen (PET) identificaron una notable disminución del número de receptores dopaminérgicos D2 en el cerebro que, a su vez, caracterizó a las ratas más impulsivas y con una mayor tendencia a la autoadministración de cocaína sin haberla consumido con anterioridad ni conocer sus efectos. La unidad en la que Peña lleva a cabo sus investigaciones sigue trabajando con roedores a fin de dar con dianas moleculares terapéuticas en el sistema dopaminérgico que ayuden a identificar una vulnerabilidad frente al alcoholismo. El cerebro tiene varias formas de asegurar que el acto irracional de consumir sustancias adictivas como las drogas o el alcohol, por el placer que éstas causan, pueda llevarse a cabo sin solución de continuidad.

Adictos

Las neuronas de los adictos, abocadas a una anormal y elevada cantidad de dopamina responden defensivamente y reducen el número de receptores dopaminérgicos. Así se explica por qué los drogadictos empiezan tomando drogas para sentirse mejor, para luego tener que consumirlas para evitar la sensación de malestar y necesitan cada vez más sustancia para lograr el mismo efecto. Los neurocientíficos sostienen hoy que la predisposición a la adicción a la heroína o a cualquier otro opiáceo puede ser en muchos casos hereditaria, hasta el punto que se han identificado ya los genes que codifican la actividad de la dopamina en el cerebro.

Variaciones hereditarias en estos genes podrían alterar la eficacia con la que las neuronas procesan la dopamina. La mayoría de las drogas adictivas, bien sean estimulantes (como la cocaína) o relajantes (como la heroína), imitan la estructura de los neurotransmisores. Del medio centenar de neurotransmisores identificados hasta la fecha, muchos (incluyendo la dopamina) desempeñan un papel relevante en las adicciones. A nivel bioquímico, todas las experiencias que el ser humano encuentra placenteras, tanto si se trata de escuchar música, comer chocolate o hacer el amor con un ser querido, responden a una cascada de reacciones químicas activada por la dopamina en el núcleo accumbens.

LA AMINA DEL PLACER

 La dopamina es una amina (catecolamina) que se sintetiza en el organismo a partir del aminoácido tirosina, al igual que otros neurotransmisores como la noradrenalina o la serotonina. Varios estudios han demostrado que cuanto mayor es la activación del sistema dopaminérgico, mayor es la experiencia de euforia experimentada. La idea de que todo pueda estar relacionado con una misma sustancia química habilitada en el cerebro ha cambiado el modo de interpretar las dependencias. La dopamina no es sólo un químico que transmite señales de placer, sino que se configura también como la más importante molécula involucrada en la adicción.

 La hipótesis de la dopamina provee un marco de trabajo para entender como una predisposición genética a producir poca dopamina puede interactuar con el ambiente y crear una disfunción grave de la conducta. Como la mayoría de las moléculas biológicas importantes, la dopamina establece unos umbrales de equilibrio. Poca dopamina en ciertas áreas cerebrales desencadena los temblores y parálisis propias de la enfermedad de Parkinson; demasiada dopamina causa las alucinaciones y los pensamientos paranoicos de la esquizofrenia. 

En cuanto a las drogas, se ha descubierto que las anfetaminas estimulan la producción de dopamina a nivel celular, que la cocaína bloquea una enzima denominada DAT cuya función normal es absorber la dopamina que descargan las neuronas y que la heroína se une al receptor dopaminérgico y estimula directamente los canales de refuerzo. Por su parte, la nicotina y el alcohol elevan los niveles de dopamina circulantes y, por otra parte, se ha identificado un compuesto químico desconocido en los cigarrillos que aumenta los niveles de dopamina por medio de un bloqueo de la enzima MAO B. La dopamina, sin embargo, es más que una molécula de placer y desempeña un extraordinario papel en el aprendizaje y la memoria.

Cada vez que un neurotransmisor como la dopamina llega a una sinapsis, los circuitos que desencadenan un pensamiento, una motivación o una acción son vía prioritaria en el cerebro. En las adicciones, la dopamina actúa como un neurotransmisor tan potente que las personas, objetos, situaciones y lugares en que se consumió la droga quedan firmemente fijados en la memoria. Se ha demostrado también que, estimulados mediante el olor a tabaco, los fumadores no pueden controlar la urgencia de fumar de forma idéntica a como los perros estudiados por Pavlov no podían dejar de salivar ante el estímulo de comida.

 
   
 
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